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Chernobyl

23 marzo 2020

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Hago una crónica hoy sobre una situación que casualmente tiene algún paralelismo con lo que está ocurriendo ahora mismo en todo el mundo.

A la 1:23 de la madrugada del 26 de abril de 1986 el reactor 4 de la central nuclear de Chernobyl explotó, desencadenando la mayor tragedia nuclear de la historia. Más de 350.000 personas tuvieron que ser desalojadas de su hogar, 31 personas murieron los primeros días tras el accidente y entre 4000 y 93.000 (nunca sabremos la cifra real) fallecieron a lo largo de los años como consecuencia de la radiación. Parece ficción pero es verídico, ocurrió en Ucrania.

La serie de Chernobyl nos trae los minutos previos a la explosión y los días posteriores donde trató de frenarse de todas las forma posibles que el desastre tomara mayores proporciones. Una serie cuidada al detalle, que consigue que lo complicado parezca sencillo y nos explican con gran lujo de detalles todo lo que sucedió durante unos días críticos que cambiaron la vida de muchísimas personas.
Un desastre en el que las mentiras y una nación más preocupada de lavar su imagen que de sus propios ciudadanos, acabaron imponiéndose a la verdad y la seguridad.

Las centrales nucleares se basan en el principio básico de fisión nuclear. Por el cual el choque dos partículas radioactivas rompe el núcleo atómico liberando una gran cantidad de energía, la cual tras un proceso de intercambio de calor acaba convirtiéndose en energía eléctrica. Las partículas que se usan son de uranio 235, y debido a su gran contenido energético el núcleo donde se produce la fisión debe estar protegido por hormigón o granito para que absorba la radiación; y a la vez refrigerado por agua para que evitar el sobrecalentamiento.

A la 1.23 de aquella madrugada de abril, los técnicos de la central que estaba haciendo pruebas en el reactor cometieron un terrible error en una prueba de seguridad. Eso añadido a un fallo en el diseño hizo que antes de apagarse el sistema, durante un instante, hubiese un pico de energía que descontroló la reacción en cadena dentro del reactor. Inmediatamente después el agua de la refrigeración se vaporizó y rompió las barras de uranio. Los materiales de contención no resistieron el impacto y el núcleo explotó. Si eso no fuera suficiente el granito a altas temperaturas en contacto con el oxígeno generó el incendio, creando humo radioactivo que contaminó la atmósfera.

Lo imposible se había hecho posible y el reactor había explotado, el experto en energía nuclear Valery Legasov (Jared Harris), personaje principal, fue el que dio las claves para mitigar los daños. Debían conseguir tierra y arena para apagar el incendio sin evaporar el agua contaminada. Aunque de esta maniobra surgió un nuevo problema. El calor hizo que la arenase convirtiera en lava y si no vaciaban los depósitos de agua la central volvería a explotar.

Lo primero vemos cómo afecta la radiación a los trabajadores de la planta de Chernobyl, algunos muriendo instantáneamente con vómitos de sangre y la piel desintegrándose. Luego sería la mala fortuna para los bomberos que estuvieron expuestos al núcleo en llamas, auténticos zombies con el cuerpo desintegrado que acabaron muriendo en cuestión de días.
El resto de los contaminados, no en tan altas dosis, también tiene el tiempo contado. Cinco años, dice Valery Legasov. Cinco años para desarrollar un cáncer y pasar a ser una víctima más de Chernobyl.

Lo más destacado es el último capítulo de Chernobyl que corresponde al juicio en el que se acusó a los culpables del accidente. Pero, ¿quién tuvo realmente la culpa? El capítulo habla de la avaricia y de la mentira como desencadenantes de la catástrofe. Por un lado la avaricia de los encargados de la central interesados en que la prueba se hiciera para así ascender de categoría, llevándoles a poner su propio interés por encima de la seguridad. Y el otro el de la mentira, la de un Estado ocultando sus trapos sucios. La de la Unión Soviética abaratando en costes y sin la regulación adecuada de las centrales que hizo que el botón de emergencia fuera en verdad la chispa que acabó detonando el núcleo. Una verdad encubierta que ponía en tela de juicio el sistema soviético. Una verdad que Valery Legasov contó en el juicio. Motivo por el cual el propio héroe de Chernobyl fue defenestrado y retirado, repudiado por su país y finalmente llevado al suicidio. Chernobyl se ha convertido en una de las grandes series del 2019 y ha disparado el número de visitas turísticas a esta pequeña urbe ucraniana (este verano aumentó el turismo un 132% con respecto al año pasado según Ukranian Tourism).

Un retrato devastador y honesto de una tragedia atroz que podía haberse evitado. Una ficción que sin embargo saca a relucir la verdad, y como si de un documental se tratara nos expone con gran lujo de detalles todos los sucesos previos y posteriores a la tragedia. Una catástrofe que ocurrió hace menos de cuarenta años y que dejó miles de muertos, cientos de miles de personas fuera de sus hogares y una radioactividad que continua dejando inhabilitada lo que en su día fue una próspera ciudad. 

Esperemos que dentro de unos años no tengamos que hablar de la historia del Covid19.

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