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The Deuce - Temporadas 1,2 y 3

15 mayo 2022

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Antes de comenzar la crónica de esta serie, hay que nombrar al periodista, guionista, productor y analista que está en la sala de operaciones. Así se puede definir a David Simon, uno de los profesionales más admirados de la televisión estadounidense con apenas media docena de series en su haber. Simon trabaja con pausa, pero asegura un sello de calidad del que HBO se ha hecho dueño casi en exclusiva en los últimos veinte años. The Wire, Treme y Show me a Hero son tres de las principales ficciones que Simon ha creado en la cadena. La última estrenada, The Deuce, que gira alrededor de la historia de la industria de la pornografía en Nueva York entre los años sesenta y ochenta, es una de sus mejores creaciones.

A The Deuce nunca le ha interesado el componente morboso y erótico del porno. No quiere que sus espectadores se exciten viendo las escenas de sexo; lo que quiere es que vean la maquinaria que hay detrás de ellas. Y no nos referimos sólo al proceso de rodarlas, que se muestra como el de cualquier otra película, con problemas técnicos, actores inseguros de lo que tienen que hacer, productores preocupados por no salirse del presupuesto, etc. Que haya gente desnuda es más una anécdota. Los intereses económicos de quienes fueron sumándose a la industria al ver que daba dinero rápido es uno de los pilares de la serie. Al principio es la mafia la que gestiona los peep shows callejeros, los puticlubs, las tiendas de revistas y los bares de striptease. Sin embargo, en cuanto queda claro que las películas X pueden resultar muy rentables, más y más gente se sube al carro, y todo evoluciona hacia una industria con aún menos corazón y más voraz.

Cada una de las tres temporadas de The Deuce se ha centrado en una época diferente. La primera, a principios de los 70, muestra el caldo de cultivo callejero del que nacería esa industria multimillonaria. Las prostitutas de Times Square y la calle 42 de Nueva York son la “mano de obra” con la que se van poniendo los ladrillos del porno como lo conocemos ahora y, al mismo tiempo, ellas ven en esas películas una posibilidad de salir de la calle, que es más peligrosa y siempre las pone a merced de los caprichos de sus chulos. Ese mundo de mafia, degradación urbana y rincones donde se refugian los marginados de la sociedad se amplía en la segunda temporada, a finales de los 70, con los primeros éxitos comerciales de películas eróticas y la confluencia del feminismo de segunda ola con los primeros pasos del activismo LGTBI. Mientras mafiosos y chulos intentan no perder el control del negocio, nuevos actores entran en él con la promesa en el horizonte de que termine generando millones de dólares de beneficio. Es lo que se ve en la tercera entrega, que empieza en 1985 y en la que veremos cómo la aparición del VHS permite que el cine porno entre en todas las casas. Al mismo tiempo, sin embargo, la industria se va a ver sacudida por la epidemia de sida.

Cuando se estrenó The Deuce, algunos espectadores expresaron sus dudas de ver una serie con James Franco como productor ejecutivo, director de algunos capítulos y actor en el doble papel de los hermanos Vinnie y Frank Martino, y otra vez con mafiosos italoamericanos por en medio. En realidad, Franco es el “caballo de Troya” de la serie: su contacto con los gángsters que llevan muchos de los bares de la zona y que se lucran con la pornografía cuando aún había leyes sobre decencia en vigor es nuestra puerta de entrada a lo que de verdad la interesa a Davis Simon, George Pelecanos y compañía, y que es la siguiente razón para verla.

Desde su inicio, The Deuce tiene muy claro que el porno es una industria construida sobre la objetificación de las mujeres. No emite juicios morales sobre nada de lo que ocurre, pero no pone paños calientes sobre ello. Que las mujeres se presenten como cosas al servicio de los hombres es la piedra fundacional del negocio. A partir de ahí, se dedica a desarrollar a sus personajes femeninos, muy variados y con propósitos distintos. Algunas sólo quieren sobrevivir; otras, ganar algo de independencia y la capacidad de tomar sus propias decisiones (si ellas generan dinero, ellas deberían ser sus propias jefas); otras encuentran una razón de ser en los movimientos feministas que reivindican la igualdad de derechos; otras quieren abrirse camino en el porno como creadoras, quieren demostrar que hay espacio para los puntos de vista de las mujeres en él. Sus retratos son, realmente, el pilar de The Deuce.

El personaje de Maggie Gyllenhaall es quien sostiene la tesis de la serie y quien es, realmente, su protagonista principal, si algo así existe dentro de la coralidad de las ficciones de David Simon. Candy, la prostituta independiente que se resiste a trabajar con un chulo, ve enseguida las posibilidades que el cine erótico tiene como avenida de expresión artística, y como una manera de ganarse la vida lejos de la calle y la noche. Eileen es compleja, ambiciosa y sabe lo que quiere. También es consciente de que ser mujer la sitúa en una posición en la industria en la que le va a costar más que la tomen en serio y los ejecutivos intentarán aprovecharse de ella de todas las maneras posibles. Su evolución es lo más interesante, junto con la de Lori, del viaje de The Deuce hasta ahora.

Gran serie, para nada decepciona y un reparto de 10. HBO se viene con más cosas ahora en mayo. Seguiremos atentos.

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